Meghrik* viajaba de Alepo a Al-Qamishli, en el noreste de Siria. Tras unas horas de viaje llegaron a un punto de control. Unos combatientes de ISIS, vestidos completamente de negro, subieron al vehículo. Meghrik, sentado al fondo, observó cómo empezaron a comprobar las identificaciones de los otros pasajeros. Un combatiente se paró junto a él. “¿Eres cristiano?”, le preguntó. Meghrik respondió que no.
Fue criado por padres cristianos y el apellido aparecía en su carné de identidad, pero no creía en Dios; pensaba que el cristianismo era absurdo. “Mientes. Tu nombre dice que eres cristiano. Ven conmigo”, le indicó el combatiente. “Un infiel. No puedes proseguir tu camino”. Meghrik intentó hablar, pero le ordenaron cerrar la boca. Fue secuestrado y llevado frente a un juez que lo condenó a muerte. Al oír Meghrik esas palabras, creyó estar viviendo una pesadilla.
Le ataron los brazos, le taparon los ojos y lo llevaron a las fosas de la muerte. Entonces oyó cómo los hombres cargaban las armas. Las lágrimas caían por sus mejillas y se sintió completamente indefenso. Entonces se acordó de la enseñanza de su padre e hizo una oración y le dijo a Dios ‘Si existes, por favor, dame una oportunidad para poder conocerte’.
Continuó orando y uno de los hombres decidió torturarlo e interrogarle antes.
Lo abandonaron en una celda y al día siguiente uno de los líderes del ISIS lo vistió y le contó que sería llevado a otro lugar y no sería ejecutado. Fue llevado ante otro juez del ISIS que le dijo que pronto sería puesto en libertad. Diez días después de haber sido secuestrado, Meghrik salió de la prisión del ISIS portando un documento que le daba derecho a atravesar los controles del ISIS y regresar a su casa con sus padres. Ahora sigue fielmente al Señor.
Fuente: puertasabiertas, agapeenlaradionoticias, impactoevangelistico.net
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