viernes, 12 de junio de 2015

¡No me mientas por favor!


Abel y Cristina. Ambos vivían sumergidos en sus propias mentiras e incursionaron en el adulterio, y él era un consumidor prisionero del alcohol, el tabaquismo, y las mujeres. Quizás hubiese funcionado en ellos el pedirse cada uno al otro: ¡No me mientas por favor!.

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